Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend

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Author: Carolina Marcial Dorado

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San Sebastián

I

En un rincón del Pirineo, bañada por el Cantábrico, reposa tranquila San Sebastián, la ciudad vasca que es hoy la playa de verano de la corte española.

Los montes Ulía e Igueldo, con sus castillos medievales, guardan la hermosa bahía, que tiene la forma de una concha. Y la ciudad chiquitina y limpia descansa silenciosa, a la sombra augusta de inmensas montañas.

Las montañas y el mar son los grandes alicientes de esta ciudad cosmopolita. Son éstas tan hermosas y están tan cerca, que el visitante se encuentra en un frondoso bosque tras corto andar por las calles antiguas de la vieja capital de Guipúzcoa.

Los bosques están llenos de flores silvestres, lindas margaritas, primaveras, violetas, nomeolvides, y en el corazón de las montañas los cerezos en flor y los jóvenes manzanos perfuman el ambiente con su fragancia delicada y exquisita.

Estas montañas vascas con sus hondas cañadas, con sus cascadas altas y sus rústicos caseríos en la ladera de los montes, son de una belleza incomparable.

A veces sentados sobre un declive del terreno hemos visto la neblina bajar sobre esos valles hondos y umbríos.

La neblina que desciende del cielo majestuosa y se deshace, en gotas de plata, sobre los maizales, y sobre los pétalos de las violetas y las acacias ...

¡SARDINAS VIVAS, VIVAS!

Hemos seguido con la vista la lenta carreta de bueyes, cuyas ruedas crujen quejumbrosas.

En el verdor de la montaña se destaca la parda carreta, con sus bueyes negros, el boyero con su roja boina, su ancha faja encarnada y su traje blanco, muy blanco ...

En el silencio del monte repercute el crujido de la carreta, y la clara voz del boyero, que anima a los mansos animales gritando: — ¡Aidá-á-á! ¡Aidá-á-á! ... vibra melodiosa, y se pierde por campos y valles.

A veces una vieja diligencia, tirada por una hilera de ocho mulas, baja la escarpada montaña por una carretera estrecha, que va a la próxima aldea.

El chasquido del largo látigo se confunde con la alegre voz del cochero, que grita a sus mulas favoritas: — ¡Arre, a-r-r-r-e, Hermosa-a-a! ¡A-r-r-e, Capitana-a-a-a!

II

El San Sebastián del verano es muy diferente del San Sebastián del invierno.

En el verano, la familia real, la aristocracia, los diplomáticos extranjeros van all?? a veranear.

Las playas se llenan de lujosas casetas de baño. Los hoteles están llenos de gente de todas las partes del mundo, que van allí a pasar amenamente los meses de calor y a gozar del «high life».

Los casinos están abiertos día y noche.

Hay bailes, regatas, «lawn tennis» y «golf».

Sinnúmero de automóviles cruzan la frontera francesa y marchan rápidos por los puentes y calles de la vieja ciudad.

Durante la temporada de verano, mientras dura esta vida cosmopolita, el vasco permanece retraído allá en su caserío, apartado de este bullicio superficial.

III

En octubre vuelve la ciudad a su estado normal.

Se cierran los inmensos cafés y casinos de los amplios paseos modernos y de las anchas avenidas céntricas.

Se desocupan los desbordados hoteles.

La enorme cabalgata de extranjeros desaparece en los diminutos trenes españoles, y se pierde en la distancia el eco de las bocinas de los importunos automóviles.

San Sebastián vuelve a recobrar su antigua personalidad.

Por los puentes que cruzan el río Urumea se arrastran, ahora, viejas y rechinantes carretas.

En las numerosas plazuelas, que hay por toda la ciudad, llenas de árboles frondosos y de lindos lechos de flores. juguetean alegres niños y niñas.

Forman un círculo agarrándose de las manos. En el centro hay una niña, y el corro canta bailando a su alrededor:

Estaba una pastora,
larán, larán, larito,
estaba una pastora
cuidando un rebañito.
Larán, larán, larito.

Con leche de sus cabras,
larán, larán, larito,
con leche de sus cabras
mandó hacer un quesito.
Larán, larán, larito.

El gato la miraba,
larán, larán, larito,
el gato la miraba
con ojos golositos.
Larán, larán, larito.

Si tú me hincas la uña,
larán, larán, larito,
si tú me hincas la uña,
te cortaré el rabito.
Larán, larán, larito.

A veces cantan graciosas coplas y van accionando lo que cantan:

San Serení
de la buena, buena vida,
hacen los zapateros
¡así, así, así! (Los imitan)

San Serení
de la buena, buena vida,
hacen las costureras
¡así, así, así! (Las imitan)

San Serenín del monte,
San Serenín cortés,
yo, como soy cristiano,
¡yo me arrodillaré! (Se arrodillan)

San Serenín del monte,
San Serenín cortés,
yo, como buen cristiano,
¡yo me levantaré! (Se levantan)

San Serenín del monte,
San Serenín cortés,
yo, como buen cristiano,
¡yo te saludaré! (Se saludan con gran reverencia)

La jovial alegría de estos lindos chicuelos hace olvidar aquel otro San Sebastián del verano.

En las márgenes del río hay frontones donde juegan ahora a pelota de cesta varios robustos jóvenes vascos.

Este juego de pelota llamado en vascuence jai-alai es uno de los más antiguos del mundo.

JUEGO DE PELOTA

El frontón tiene unos seis cientos pies de largo, y está dividido en rectángulos parecidos a los de un «tennis court». A cada extremo tiene una alta y sólida muralla.

El traje que usan los jugadores es blanco, de hilo o de franela. Un bando lleva boinas y fajas rojas y el otro boinas y fajas azules. Por eso se llaman los bandos, rojos y azules.

La pelota que usan para jugar es dura, y los jugadores en lugar de jugar con una raqueta emplean una cesta, estrecha, larga y curva, la cual se ponen a manera de guante y se atan después a la muñeca.

El juego consiste en tirar la pelota contra la pared, y cada vez que el bando rojo sirve la pelota, el azul tiene que contestarla, y viceversa.

Los jugadores sirven y contestan la pelota con tal velocidad y fuerza, que a veces rebota de una pared a otra del frontón: una distancia de más de mil pies.

El juego es muy animado, porque la agilidad, la fuerza y la elegancia de los pintorescos jugadores vascos son extraordinarias.

En todas las ciudades vascongadas se juega a pelota. Es éste un juego muy sano.

En las aldeas, las anchas paredes exteriores de las iglesias sirven a los jóvenes de cómodos frontones en las tardes plácidas del grato verano.

En San Sebastián hay muchos sitios históricos. Esta ciudad pequeñita tomó parte muy activa en la guerra de la independencia y en la carlista.

En el viejo San Sebastián, llamado el Antiguo, encontramos calles estrechísimas, empinadas y sombrías. El sol no las alumbra porque los tejados salientes de labrada madera se lo impiden.

Estas calles tienen nombres de remotas fechas heroicas y de vascongados famosos: calle 31 de Agosto, calle 8 de Septiembre, calle Juan Oquendo, calle Legazpi.

Bajo los arcos de la antigua plaza Consistorial hay algunas mesitas de tosca madera, donde un grupo de curtidos marineros cántabros bebe, en altos vasos, la dulce sidra del norte. Media docena de jóvenes pasan en ancha hilera agarrados por los hombros cantando el famoso himno vasco:

Guernica co Arbola ...

Los rudos marineros se descubren respetuosos y empiezan a cantar zorcicos vascongados.

Una pescadora cruza la calle, con una cesta de sardinas vivas todavía, gritando:

— ¡Sardinas vichi, vichi-i-i!

Sinnúmero de barcos de velas se dirigen al puerto tranquilo, y en la bahía pitan las sirenas de los vapores.

El monte Ulía se estremece con un fuerte cañonazo. El oficial de guardia marcha hacia la entrada del monte para cerrar la puerta de una vieja fortaleza, cuya historia está escrita en las tumbas de los soldados vascos e ingleses, enterrados bajo el cesped de la montaña.

Las sombras de la noche se ciernen sobre la histórica ciudad de bravos soldados, rudos marineros y fornidos labradores.

En la hermosa bahía van iluminándose los barcos con mil puntos de luz ..., y allá en los Pirineos desciende la neblina sobre los valles umbríos a acariciar las hojas de los maizales, los pétalos de las flores silvestres y de las acacias....

En los caseríos, con techos de anchas vigas, comen junto a la inmensa chimenea los campesinos. A un lado de la amplia cocina descansan rumiando los mansos bueyes, y un grupo de palomas arrulla suavemente, en el alero del tejado rojo ...

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Chicago: Carolina Marcial Dorado, "San Sebastián," Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend in Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend, ed. Carolina Marcial Dorado (Boston: Ginn and Company, 1917), 92–99. Original Sources, accessed March 29, 2023, http://www.originalsources.com/Document.aspx?DocID=3U9FXMBATNG1Q72.

MLA: Dorado, Carolina Marcial. "San Sebastián." Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend, in Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend, edited by Carolina Marcial Dorado, Boston, Ginn and Company, 1917, pp. 92–99. Original Sources. 29 Mar. 2023. http://www.originalsources.com/Document.aspx?DocID=3U9FXMBATNG1Q72.

Harvard: Dorado, CM, 'San Sebastián' in Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend. cited in 1917, Espana Pintoresca: The Life and Customs of Spain in Story and Legend, ed. , Ginn and Company, Boston, pp.92–99. Original Sources, retrieved 29 March 2023, from http://www.originalsources.com/Document.aspx?DocID=3U9FXMBATNG1Q72.