Escena XXII
DICHOS, menos CARLOS y DON HERMÓGENES. Después
DOÑA DOLORES y DON INDALECIO, por la cueva; luego
MARUJA
PER. Ya está bien seguro. (Echando la llave de la
puerta.)
PÍO. ¡Qué desgracia, Dios mío!
GREG. ¡Qué susto me ha dado!
CAR. (Dentro.) ¡Abrid, abrid! (Golpes en la
trampa. Los tres que están sobre ella se asustan y dan
un salto.)
LOS TRES. ¡Ay!
IND. (Abajo.) ¡Gregoria!
DOL. (Idem.) ¡Perico!
GREG. ¡Los señores!
LOS DOS. ¡Abrid, abrid! (Perico alza la trampa
y suben los dos precipitadamente.)
DOL. ¿Quién ha cerrado aquí?
IND. ¿Qué sucede?
DOL. ¿Qué voces son ésas?
MAR. (Que baja por la escalera.) (¡Qué habrá
pasado, Dios mío!)
PER. ¡Ay, señor!
GREG. ¡Ay, señora!
PÍO. ¡Ay, don Indalecio! ¡Ay, doña Dolores!
IND. Pero, ¿qué ocurre?
CAR. (Dentro.) ¡Abrid esta puerta!
DOL. ¿Carlos ahí?
PÍO. ¡Le hemos encerrado!
IND. ¿Por qué?
PÍO. ¡Se ha vuelto loco!
MAR.qqq¡Eh!
DOL.
IND.
PÍO. Ha querido pegar un tiro a ese señor forastero.
IND.qqq¡Jesús!
DOL.
MAR. (¡Qué atrocidad!)
PÍO. Le dió el acceso; lo que anunciaba don Saturio.
CAR. (Dentro.) ¡Mentira! ¡No estoy loco!
¡El señor de Zaragüeta es un pillo!
DOL. ¡Dios mío! ¡Decir que es un pillo ese
señor tan bueno!
IND. No hay duda. Se ha vuelto loco.
DOL. ¿Dónde está ese caballero?
PÍO. Ahí se entró en el despacho.
IND. Señor de Zaragüeta. (Llamando.)
DOL. Salga usted. Ya no hay miedo.
IND. Se ha encerrado por dentro.
PÍO. Si estaba asustadísimo.
DOL. Y no contesta.
IND. ¡Claro! ¡Qué nos ha de oír! Déjale; ya
saldrá.
DOL. ¡Es que hace falta un médico!
PÍO. Llamar a don Saturio.
IND. Voy a escape a su casa. (Vase corriendo por
el foro.)
PÍO. Yo voy a la botica por si está allí.
(Idem.)
CAR. (Dentro.) ¡Abrid, o echo la puerta abajo!
DOL. (Asustada.) ¡Ay, Dios mío! (Separándose
de la puerta.)
PER. No tenga usted cuidado, que la puerta es
muy fuerte. (Vase foro derecha.)
DOL. ¡Virgen Santísima, qué desgracia tan
grande! ¡Pobre sobrino mío!
MAR. Está usted muy impresionada, tía. Gregoria,
hazle un poco de tila. Ande usted a tomarla.
(Empujándola suavemente hacia la cocina.) Yo me
quedo aquí. (En voz muy fuerte, para que lo oiga
Carlos.)
GREG. Vamos, señora, no se aflija usted tanto.
DOL. ¡Pobre Carlitos! (Vase con Gregoria a la
cocina.) ¡Pobre sobrino mío!
MAR. ¡Tila, tila! (Cierra la puerta de la cocina.)