Cada Uno a Lo Suyo

POR

MANUEL LINARES RIVAS

PASO DE COMEDIA EN PROSA

Estrenado en el TEATRO LARA la noche del 17 de Abril de 1918

By special permission of M. Linares Rivas

PERSONAJES

QUINITA (30 años) . . .

PATRO (20 ídem) . . .

DON BUENAVENTURÍN (60, acicalado) . . .

Cada Uno a Lo Suyo

ACTO ÚNICO

Una salita. De noche. En Abril.

ESCENA PRIMERA

(PATRO, sentada, escribe sobre la rodilla, con lápiz, y en un cuadernito, unas apuntaciones, que copia de unos papeles extendidos sobre una mesita volante.)

PATRO

Lista de regalos a la novia. Del novio . . . dos brazaletes, un collar, un diadema . . . veinte vestidos de calle . . . diez de casa . . . ¡la mar! Esta suerte de mi hermana es loca . . . ¡vamos, loca! Verdad que ella lo era también un poco1 . . . ¡Después de treinta novios y sesenta escándalos . . . encontrar este hombre, guapo, joven, rico, sin familia, con más dinero que un acaparador de carbón . . . y más bueno que un Gobierno de ex-Presidentes . . . ! ¡Quién me diera a mí otro!2 En fin . . . ¡Maura, sí! ¡Ay . . .! Sigamos, sigamos.3 Juegos completos de tocador, cinco; juegos de mesa, tres . . . ¡Lo que4 van a poder jugar estos novios, Dios mío! ¡Y para una mujer ya pasada de treinta años! ¡En fin . . .! Vajillas completas de porcelana, dos; de plata, una, también completa. ¡No, si aquí5 no se va a quedar incompleta nadie más que yo . . .!

ESCENA II

PATRO: QUINITA

(Por la izquierda.)

QUINITA

¿Concluyes, Patro?

PATRO

Ya está, Quinita. ¡Qué elegante! Pero . . . y ¿cómo te lo has puesto?

QUINITA

Para lucirlo cuando él venga.

PATRO

¡Pues yo creía que las cosas de los novios no se usaban hasta después de la boda!

QUINITA

Algunas no importa que se pongan antes . . . y como, además, es para que él lo vea . . .

PATRO

¡Bueno, bueno! . . . Lista de regalos. Joyas, veinticinco.

QUINITA

¿Con el nombre?

PATRO

Todas con el nombre del generoso donante . . . para el periódico, y después para mandarles los dulces.1

QUINITA

¡No, no! Para el periódico hemos de hacer una lista aparte, aumentando regalos con nombres supuestos.

PATRO

¿Sí?

QUINITA

Sí. Es la costumbre.

PATRO

Bueno, bueno.

QUINITA

Trae . . . Objetos útiles . . . treinta y dos. Objetos de arte . . . para volver a regalar, veintiuno. Objetos de arte, que no se pueden ni volver a regalar, diez y siete. Saquitos de viaje, cuatro. Baúles armarios, de ésos que caen siempre de pie, dos. Paraguas, sombrillas, abanicos . . . abanicos buenos y abanicos con versos . . . cincuenta y cuatro . . .

(Devolviéndole la lista.)

¡Así da gusto!

(Abrazándola gozosa.)

¡Estoy encantada! ¡Vivo como en un sueño! ¡Ay, Luis de mi alma!

PATRO

Con razón . . .

QUINITA

Y luego esta boda que viene a punto, ¡a punto! Cuando ya todas mis amigas se figuraban que iba a quedarme para vestir imágenes,1 ¡encontrar al hombre ideal, que lo reune todo, y que, además, realiza mis ilusiones completas!

PATRO

¿Completas?

QUINITA

¡Ya lo creo!

PATRO

Pues lo apuntaré. Ilusiones completas, una.

QUINITA

¡Si halláramos para ti otro hombre que se le pareciera!1 Igual no es posible. ¡No hay más que un Luis por el mundo!

PATRO

Me contentaré con un franco . . .

QUINITA

No. Corre de mi cuenta el buscarte novio.2 Y ahora será muy fácil, con el esplendor de la nueva vida y a la sombra de la fortuna inmensa de mi marido.

PATRO

¡Tu marido!

QUINITA

¡Tres días faltan! ¡La eternidad aún! Es tan grande mi alegría y mi ilusión, que temo yo misma el abrasarme de impaciencia sin llegar a esa fecha adorada.

PATRO

Llegará; no te apures.

QUINITA

¡Es que me brincan los nervios de ansiedad! . . . ¡Y por tantas razones! Con el amor que le tengo, hoy me casaría aunque Luis fuera el pobre más pobre de la calle.

PATRO

El valor de los regalos os bastaba para mucho tiempo.

QUINITA

Entonces no hubieran venido . . . Los regalos valiosos no se hacen más que a quien no los necesita . . .

PATRO

Y puede que sea lo razonable. ¿Para qué gastarse los cuartos con quien no ha de corresponder?1

QUINITA

Y aparte de ese motivo del amor, va a ser tan enorme el cambio, desde el modestísimo vivir al amparo de nuestra buena tía Úrsula, hasta la opulencia y el lujo casi sin límites que nos espera, que estoy como deslumbrada. Si tuviera que renunciar me mataría.

PATRO

No hay por qué pensarlo.

QUINITA

Gracias a Dios, no . . . Pero a estos novios que aportan al matrimonio tanta felicidad y tanto bienestar material, se les debía poder amarrar de algún modo seguro y que tranquilizara.

PATRO

Amarrarlos, ¿cómo? ¿Con cuerdas no será?

QUINITA

No sé cómo . . . Una cárcel de donde no salieran . . . o cloroformizándoles desde el día que prometen hasta el día que se casen. No sé . . . pero algo hacía falta para calmarnos un poco.

PATRO

A éste bien encadenado le tienes, y no hay familia que le pueda disuadir . . .

QUINITA

Es verdad; pero por tenerle miedo a todo, le tengo muchísimo miedo a don Buenaventura.

PATRO

¿A don Buenaventurín?

QUINITA

Es el amigo de Luis; el único realmente de su intimidad. Ya lo era de su padre1 . . .

PATRO

Gran amigo, sí. Vive en su casa, come a su mesa y gasta de su bolsillo desde hace no sé cuántos miles de años.

QUINITA

Desde hace un poco menos . . . Veinticinco o veintiséis años. Pues ése, que se acostumbró ya a mirar la casa, la mesa y el bolsillo de Luis como si fueran suyo propio . . . ¿crees que verá con buenos ojos a la intrusa, a la que viene a privarle de su vida de príncipe?

PATRO

Supongo que no le negarás2 que os visite y que vaya a vuestro palco y que se siente a vuestra mesa . . .

QUINITA

¡Claro que no!3 Que vaya cuanto quiera . . . Pero no es lo mismo ir a la casa que estar en ella.

PATRO

Eso no.

QUINITA

Pues eso es. Y la conducta suya conmigo me trae muy preocupada. Cuando va con Luis y me encuentran, me saluda, pero sin mirarme. Yendo sólo, no me ve ni por casualidad, y no ha consentido jamás en serme presentado, aunque Luis, por sí mismo unas veces y otras por instigación mía, le significó el gusto con que le recibiríamos aquí.

PATRO

Pelusilla . . .

QUINITA

Si no fuera más . . .

PATRO

El primer día que le hables, con cuatro mimos lo vuelves como un guante.1

QUINITA

El primero2 va a ser hoy.

PATRO

¿Viene por fin? Pues entonces ya domado.

QUINITA

No cantemos victoria, no. Me parece que viene en enemigo. Me escribió una carta pidiendo audiencia para una conversación de cinco minutos a solas.

PATRO

¿A solas? ¡Malo, Quinita, malo!

QUINITA

¡No me lo digas! . . . ¡Mira que chillo . . . o me da una pataleta . . . o rompo algo!

PATRO

Rompe un objeto de arte. Te lo acercaré si quieres.

QUINITA

¿Qué buscará en mí ese hombre?

PATRO

¡Yo qué sé!1

QUINITA

¿Qué buscará, Patro?

PATRO

¡Yo qué sé, Quinita! . . .

QUINITA

¿Qué te parece a ti que podrá ser? . . .

PATRO

¿Qué edad tiene? ¿Sesenta?

QUINITA

Más. Muy acicalado y muy peripuesto . . . pero seguramente pasa de los sesenta y cinco.

PATRO

¿Sesenta y cinco? ¡Imposible figurarse nada, Quinita, imposible! Recíbelo y ya responderás a lo que sea.

QUINITA

(Sobresaltándose.) ¿Han llamado?

PATRO

Creo que sí . . .

QUINITA

¡Puede que sea él!

PATRO

Muy probable.

QUINITA

Pues sal tú misma.

PATRO

Pero tranquilízate. Y luego mucha mano izquierda y pasarle bien ceñido.

QUINITA

Ya sé que me conviene estar a bien; pero anda, anda . . .

PATRO

Voy. (Mutis por el foro, volviendo después con don Buenaventurin.)

ESCENA III

QUINITA, PATRO Y BUENAVENTURÍN

QUINITA

¡Es él!

PATRO

Por aquí, por aquí. Haga usted el favor de pasar . . .

BUENAVENTURÍN

Muchas gracias, señorita . . .

QUINITA

(Saludándole afectuosamente.) Bien venido, don Buenaventura.1

BUENAVENTURÍN

Perdone usted si he importunado . . .

QUINITA

Nunca. Desde el primer momento quiero que seamos buenos amigos. Siéntese. (A PATRO.) Prepáranos una taza de te . . . (A BUENAVENTURÍN.) ¿Le gusta a usted muy cargado?1

BUENAVENTURÍN

Así ya vengo yo.

QUINITA

¿Entonces suave?

BUENAVENTURÍN

Mejor será.

QUINITA

(A PATRO.) Prepáralo suave . . . (Aparte.) Y sobre todo, lárgate.

PATRO

(Aparte a QUINITA.) Imposible figurarse nada, imposible . . .

QUINITA

(Aparte.) ¡Lárgate!

PATRO

Con su permiso, un momento . . . (Mutis por la izquierda.)

BUENAVENTURÍN

Usted lo tiene.

ESCENA IV

QUINITA Y BUENAVENTURÍN

QUINITA

Venga más cerca, Buenaventurín. Me autoriza usted para que le llame así, ¿verdad? He tomado esa costumbre en mis conversaciones con Luis, y si le llamara a usted Buenaventura me parecería que hablaba con otra persona.

BUENAVENTURÍN

Como usted quiera, Joaquina.

QUINITA

Quinita . . .

BUENAVENTURÍN

Bueno . . .

QUINITA

Me consta la amistad y el afecto grandísimo que ustedes se profesan recíprocamente, y eso me basta para que yo le aprecie a usted muy de veras.

BUENAVENTURÍN

Gracias . . . Me dicen todos, Quinita, que es usted una mujer de corazón muy hermoso, muy grande y muy leal. Necesito convencerme por mí mismo de que eso es verdad y de que no se engañan los que hacen tan buenas ausencias. ¡Quinita, yo vengo hoy a ver el corazón de usted!

QUINITA

Verlo, ¿cómo? Yo no lo puedo enseñar, caballero . . .

BUENAVENTURÍN

Ni yo lo pretendo de un modo material. Hablo en metáfora, señorita.

QUINITA

¡Ah, bueno! . . . en metáfora puede usted verme cuanto quiera.

BUENAVENTURÍN

Y de no lograrlo, de mostrarse usted egoísta, entonces . . . ¡entonces vengo a despedirme únicamente!

QUINITA

¿Se marcha usted de Madrid?

BUENAVENTURÍN

No me marcho: me mato.

QUINITA

¡¡Jesús!!

BUENAVENTURÍN

Le da a usted pena, ¿verdad?

QUINITA

¡Claro!

BUENAVENTURÍN

Y a mí también. ¡Se lo digo a usted muy sinceramente! Morir en lo mejor de la vida, cuando todo sonríe y todo está lleno de atractivos encantadores . . .

QUINITA

En cualquier momento ha de ser muy triste, sí; pero yo tenía entendido1 que lo mejor2 de la vida era la juventud.

BUENAVENTURÍN

Pues se equivoca usted. La mejor edad es la que uno tiene. Como ésa no hay otra . . . ¡créamelo!

QUINITA

Admitido. Pero usted ¿por qué piensa en esos disparates, Buenaventurín?

BUENAVENTURÍN

Porque soy el más desgraciado de los hombres, y conmigo se comete la ingratitud más negra y más villana.

QUINITA

¿Quién?

BUENAVENTURÍN

Luis.

QUINITA

(Levantándose airada.) ¡No es cierto! ¡El hombre más bueno, más leal y más generoso de la tierra no comete con usted, ni con nadie, una acción bellaca!

BUENAVENTURÍN

Así pensaba yo también . . . ¡y por eso el desengaño es horrible!

QUINITA

¡Luis se ha portado siempre bien!

BUENAVENTURÍN

Nunca . . .

QUINITA

(Sentándose.) ¡Siempre! ¿Va usted a negar que le tiene en su casa?

BUENAVENTURÍN

No lo niego.

QUINITA

¿Que le ha llevado a todas las diversiones y a todos los viajes?

BUENAVENTURÍN

No lo niego.

QUINITA

Y sobre todo eso, y además, ¿no ha sido siempre afectuoso con usted?

BUENAVENTURÍN

No lo niego . . . pero está usted dándome la razón a mí.

QUINITA

¿A usted?

BUENAVENTURÍN

¡Evidente! Si me concedió su amistad, su afecto y su protección durante veinte años . . . ¿no es la más negra de las ingratitudes el quitarme1 ahora de pronto todo eso?

QUINITA

¡Buenaventurín!

BUENAVENTURÍN

¿Y con qué derecho—pregunto yo—con qué derecho, después de haberme acostumbrado a vivir así, se me priva hoy de tantas comodidades y de tan cariñosa intimidad?

QUINITA

Es que las circunstancias han variado.

BUENAVENTURÍN

Las mías no, señora. Yo sigo necesitando2 todo eso igual que antes.

QUINITA

¿Y por haber sido bondadoso veinte años, iba a estar obligado a serlo otros veinte?

BUENAVENTURÍN

Más. Yo pienso vivir más.

QUINITA

¿Toda la vida de usted?

BUENAVENTURÍN

Naturalmente. Lo contrario es un egoísmo.

QUINITA

De usted.

BUENAVENTURÍN

De Luis. ¿No es él quien me abandona? Pues suyo es el egoísmo.

QUINITA

No va a ser fácil entendernos.1 Por consecuencia, piense usted lo que guste y resuelva después lo que le plazca.2

BUENAVENTURÍN

Ya está resuelto: matarme.

QUINITA

No desatine, Buenaventurín.

BUENAVENTURÍN

¡No puede ser menos, Quinita! Quiero darle una lección de amistad verdadera a ese mal amigo, de quien fuí yo un padre, por la edad,3 y un hijo por lo que le pedía y él me daba. ¡Un parentesco así no se rompe más que con la muerte! Y entonces apreciará la diferencia de conducta . . .

QUINITA

Luis sigue todavía mostrándose generoso con usted, puesto que le señala de pensión anual lo que solía darle al año en diversas ocasiones.

BUENAVENTURÍN

Es verdad, pero aún pierdo. No hablemos ya de Ias ventajas materiales, que ésas las desprecio . . . (Atragantándose, pero al fin tiene un arranque heroico.) Bueno, ¡¡las desprecio!! pero . . . ¿y nuestra intimidad que desaparece? ¿Y nuestro afecto, que disminuye? ¡Qué egoísmo, cielo santo, qué egoísmo!

QUINITA

No sé yo en definitiva cuáles serán los perjuicios de usted, pero lo que sí me consta es que Luis hace demasiado señalándole esa renta, que después de todo no tenía obligación ninguna.

BUENAVENTURÍN

¿Cómo que no tenía obligación? ¿No era yo su amigo? Y un amigo ¿qué es si no una obligación? ¿Qué es?

QUINITA

¡No diga usted eso!

BUENAVENTURÍN

¿Pero cómo no voy a decirlo si la justicia de ello se me sale a borbotones? ¿Pero usted no ve la felonía de este abandono? Después de tanto tiempo de vivir juntos fraternalmente—porque también éramos hermanos—echarme ahora a la calle con el pretexto ridículo de que va a contraer matrimonio . . . ¡Como si en el matrimonio estorbara un amigo!

QUINITA

A veces . . .

BUENAVENTURÍN

¡Pero esas veces ya cuidaría yo de no estorbar! ¡No le disculpe usted . . .! ¡Es una infamia! Y más dolorosa todavía porque en los veinte años de vivir unidos no tuve yo ni una queja de Luis. ¡Ni una!

QUINITA

Querrá usted decir que él no la tuvo de usted.

BUENAVENTURÍN

Al contrario, al contrario. Yo de él . . . Un solo favor puede hacerse bien, pero cuando se trata de muchos favores y muy continuados, lo difícil es que no esté quejoso y aun ofendido quien los recibe.

QUINITA

(Riéndose.) Quizá tenga usted razón.1 Vamos a ver, don Buenaventurín, ¿quiere usted que intervenga para suavizar ese legítimo enojo?

BUENAVENTURÍN

¿Reconoce usted que es legítimo?

QUINITA

Sí, señor.

BUENAVENTURÍN

¿Y que me sobra motivo?

QUINITA

Sí, señor.

BUENAVENTURÍN

Ya me dijeron que era usted muy inteligente también. Pero no logrará usted nada . . .

QUINITA

Mire que tengo muy buena voluntad de servirle . . .

BUENAVENTURÍN

¿De veras?

QUINITA

De veras.

BUENAVENTURÍN

Pues llegó el momento de ponerla a prueba.

QUINITA

Póngala, que le autorizo.

BUENAVENTURÍN

Quinita, vengo a pedirle a usted un favor que únicamente un alma grande1 como la suya puede comprender y otorgar.

QUINITA

Concedido, aunque no sea más que para justificar un poco el elogio. Pida.

BUENAVENTURÍN

De Luis no hay que esperar nada por su obcecación, pero usted puede arreglarlo todo sencillamente.

QUINITA

¿Cómo?

BUENAVENTURÍN

Renunciando a la boda.

QUINITA

(Brincando.) ¿Eh?

BUENAVENTURÍN

¡Quinita, no se case usted! . . .

QUINITA

¿Está usted loco?

BUENAVENTURÍN

¡¡No se case usted, Quinita!!

QUINITA

Para eso no basta un alma grande. Habría que reunir tres o cuatro, lo menos.

BUENAVENTURÍN

Pues, reúnalas.

QUINITA

¡Déjese ya de disparates!

BUENAVENTURÍN

Usted es joven, hermosa, lista, discreta . . . , puede usted hallar muy fácilmente y a centenares los hombres que se consideren dichosos al ser aceptados por usted . . . ; ¡pero yo si pierdo a este hombre ya no encuentro otro! ¡No lo encuentro, Quinita!

QUINITA

Verdaderamente será una lástima . . .

BUENAVENTURÍN

Para usted es un sacrificio momentáneo y para mí lo es definitivo e irreparable.

QUINITA

Lo deploro mucho.

BUENAVENTURÍN

Póngase usted en mi caso, Quinita.

QUINITA

Usted es el que quiere ponerse en el mío, Buenaventurín. Y no llega a tanto mi bondad. Por mucha estimación que le tenga y por mucho deseo que haya en mí de complacerle a usted, no puedo ir hasta el absurdo de romper una boda de amor y de conveniencia absoluta. ¡No puede ser, Buenaventurín, no puede ser!

BUENAVENTURÍN

¡Egoísta!

QUINITA

Veo con gusto que tiene usted la modestia de no querer serlo usted solo . . .

BUENAVENTURÍN

¿Que lo soy yo?1 ¡Otra injusticia!

QUINITA

Y no exagerando, me parece muy lógico que vaya cada uno a lo suyo. Lo que no se puede ir es contra el egoísmo de los demás, porque entonces vamos a estrellarnos sin ventaja práctica ninguna. Vamos a armonizarlo todo. ¿Quiere?

BUENAVENTURÍN

Creo que sí.

QUINITA

Yo me caso.

BUENAVENTURÍN

Bueno.

QUINITA

Usted no se mata.

BUENAVENTURÍN

Sería un dolor, ¿verdad?

QUINITA

Claro, usted no se mata.

BUENAVENTURÍN

Bueno.

QUINITA

Yo lo digo a Luis que durante el viaje de novios nos conviene a nosotros—¡a nosotros!—que usted se quede al cuidado y vigilancia de la casa.

BUENAVENTURÍN

Bueno. Me quedo.

QUINITA

Al regreso, le diré que necesito yo—yo—de la presencia de usted para imponerme de las cosas y de los asuntos . . .

BUENAVENTURÍN

Se impondrá usted, sí . . .

QUINITA

Después, le indico que se quede usted de administrador principal o de intendente.

BUENAVENTURÍN

Intendente, es más sonoro . . .

QUINITA

Y después, si Dios nos da familia, se queda usted de niñera.

BUENAVENTURÍN

También es sonoro por lo que llorarán . . .

QUINITA

Y con un pretexto o con otro no sale usted ya de la casa. ¿Hace, Venturín?

BUENAVENTURÍN

Mire usted, Quinita. Si Luis fuera tan torpe o tan desleal que deshiciera la boda con usted, yo—yo—yo le pegaba un tiro1 a Luis.

QUINITA

Muchas gracias. Pero si no la deshace, lo que yo le propongo, ¿hace, Venturín?

BUENAVENTURÍN

Hace. (Galantemente le besa la mano.)

QUINITA

Y créame, el primer egoísmo, el más práctico, es el de respetar el egoísmo de los otros. Para ir cada uno a lo suyo no hay camino más firme que el de la misma conveniencia de los demás . . .

ESCENA V

QUINITA, BUENAVENTURÍN: PATRO (Por la izquierda.)

BUENAVENTURÍN

Es verdad.

PATRO

¿Sirvo?

BUENAVENTURÍN

¡Ya lo creo!

PATRO

¡El te!

QUINITA

Ahora. (Presentándole.) Nuestro intendente general.

BUENAVENTURÍN

¿A la niña ésta no la llevarán ustedes en el viaje de novios?

QUINITA

¡No!

BUENAVENTURÍN

Entonces, dimito la intendencia y me quedo, desde luego, de niñera . . .

QUINITA

De lo que usted quiera con tal de no apartarse de nosotros.

TELÓN